Se paseaba con una visible preocupación por el hall del Cuartel, mientras preguntaba al cuartelero si su uniforme estaba “Ok” en el carro. Agregaba en su pregunta, si las botas eran de la talla acordada. Vestía un traje gris claro, muy formal, pues venía de su trabajo ubicado en las oficinas al interior del Parque O´Higgins, cuando la Central, haciendo sonar el directo, puso en alerta al personal de la Sexta para una eventual salida ante un principio de incendio que se producía, en ese instante, en la ex Penitenciaría de Santiago. Año 1985.
Hombre de contextura gruesa, más bien alto y de temprana calvicie. José Manuel López Fuentes, había sido gran deportista en su juventud. Practicaba ciclismo de manera profesional y había llegado a ser seleccionado nacional en la disciplina. Lo llamaban “El Camión”. Era un hombre muy exigente consigo mismo y buscador inalcanzable de la perfección en todo. Cuando se debía correr una competencia interna o, efectuar alguna ceremonia en la Sexta, el Capitán López o el “JM”, recurría a todos los medios para conseguir una banda de música, un contingente de periodistas para la exclusiva en el noticiero de esa noche, una escolta de carabineros que cortara el tránsito y hasta un helicóptero, si se trataba de un ejercicio demostrativo para simular un rescate en altura. No escatimaba en costos o sacrificios en su búsqueda, y no concebía la existencia en los diccionarios de las palabras: “error”, “atraso” o el “imposible”.
La Central se comunicaba nuevamente por medio del directo, informando simultáneamente a la Sexta y Decimoséptima, que por tratarse de un lugar penitenciario, personal de gendarmería prefería trabajar a solas en el local amagado. Pasada la alerta, el Capitán López, aprovecha de revisar algunas escalas del carro, mientras parece reprender seriamente a un voluntario por una inexactitud en su uniforme de trabajo. Luego, sacándose su chaqueta, se subió a su Peugeot 504, color celeste, y regresó a su hogar en la Avenida Kennedy.
José Manuel López Fuentes había estudiado Ingeniería Comercial, sin embargo, por diferentes motivos, había postergado la carrera cuando estaba a punto de terminarla. Ingresa a trabajar al Banco Israelita en donde trabaja junto a su gran amigo, también sextino, don Jorge Navarrete. Hacia finales de la década de los sesenta, de la mano de Navarrete, José Manuel jura como sextino desempeñando muchos cargos que a la postre, culminarán con el cargo de Cuarto Comandante; cargo que sin embargo, declina en aceptar.
De un fuerte carácter, ya siendo Capitán de la Sexta, y cuando regresaba de un incendio de madrugada, es intersecado por un vehículo militar en pleno horario de toque de queda. La situación fue muy tensa y desde luego, no exenta de peligro. El Sargento a cargo de la patrulla fuertemente armada, lo quiere detener para interrogar, a lo que López se resiste junto con reprender severamente al uniformado, recordándole que posee el grado de Capitán de bomberos, superior al de Sargento, y que a la brevedad le abra el paso para que pueda continuar su camino. Los uniformados acataron sin discutir la orden.
Amante de las tradiciones patrias, era miembro muy activo del Club de Rodeos Gil Letelier como además, un incurable organizador de eventos deportivos y de fiestas patrias. Se casó con doña María Angélica Latorre y tuvo dos hijos: Claudia y José Manuel. Se dice que para llevar a cabo este noviazgo con María Angélica, José Manuel viajaba hasta San Felipe, en motocicleta, para poder estar con ella.
José Manuel López, fiel a su disciplinada vida deportiva, salió una mañana de Septiembre a entrenar en su bicicleta por la subida a Farellones. En horas de la tarde, su cuerpo fue encontrado sin vida, llenando de una profunda pena a quienes tuvimos la experiencia de conocer a este fiel voluntario, formado en la vieja escuela del rigor y de la disciplina bomberil. A los pocos días de su fallecimiento, su hijo, José Manuel López Latorre, ingresó como voluntario de la Sexta para ocupar el lugar que su padre, por tantos años había atesorado.
A.P.S./sty.