05 de junio de 2013. Tan sigilosa y prudente, tal como la vida misma de Don Carlos, fue la forma en que nos enteramos de su fallecimiento. Aquejado de una terrible enfermedad, hace años ya que no frecuentaba nuestro Cuartel, pero periódicamente nos manteníamos al tanto de su estado, al igual que todos nuestros Voluntarios alejados por enfermedad, gracias a la gestión de nuestro Consejero don Jorge Lazo J., quien desempeña esa función específica dentro del Consejo.
La semana pasada, y en forma inexplicable, se nos comunicaba que don Carlos Corvalán Pérez, ex Capitán de la Sexta, y ex Comandante de Maipú, había fallecido el día 18 de mayo, en el más absoluto silencio. En esos momentos la pena y un innegable y humano sentimiento de rabia invadió el corazón de una gran mayoría, ya que no pudimos rendirle un merecido homenaje a un Voluntario que por más de 50 años entregó su vida a la Institución. Las razones familiares por no comunicarnos su fallecimiento a tiempo pueden ser variadas, pero nunca compartidas por un grupo de hombres que tuvieron en él a un verdadero Caballero, un Señor, que dio elegancia y nobleza a la actividad de ser bombero.
Aun así nunca será tarde para destacar las virtudes de esta gran persona que nos ha dejado en la paz más absoluta.
Don Carlos nació en Concepción el 31 de Julio Diciembre de 1937, incorporándose a la Sexta el 11 de Julio de 1978.
Ocupó los cargo de Teniente 1°, Teniente 2° y Capitán entre 1988 y 1990. Fue además Consejero de Disciplina por dos períodos.
Fue Miembro del equipo vencedor en la Competencia Besoaín en el año 1989 y en su hoja se deja especial constancia por su participación en el rescate de víctimas en el choque ferroviario de Pelequén, en el año 1987. Recibió graves heridas en el incendio del 20 de diciembre de 1990, en calles Catedral y Maipú.
Transcribimos también una reseña muy particular hecha llegar por un señor Voluntario de la Sexta.
Carlos Corvalán Pérez
Era tan difícil, o más bien imposible, encontrar algún error en el intachable actuar de don Carlos que hoy, a pocos días de su lamentable e inesperada partida, no puedo recordar alguna situación que a él lo hiciera molestarse o perder su perfecta e inquebrantable postura de seriedad, prudencia, rectitud y tolerancia suprema. Es que don Carlos Corvalán Pérez, caballero de excepción, como salido del Manual de las Buenas Costumbres, inspiraba respeto y seriedad a todos a quienes tuvimos el honor y privilegio de servir bajo su mando, como también compartir una copa de vino en el Cuartel y el humo en los incendios.
Don Carlos fue un hombre muy sencillo y silencioso que con esfuerzo, supo cultivar las enseñanzas que aprendió en su primera casa bomberil – finales de los cincuenta y mediados de los sesenta – en la Cuarta Compañía de Bomberos de Maipú; misma Institución en la que llegó a ser su Comandante, no sin antes, instruir a muchas generaciones de jóvenes voluntarios de Maipú cuando fue su Capitán. Varios años después, en 1979, de mano del voluntario de la Sexta, don Jorge Guevara Trombert, don Carlos abrazaba la casaca de la Sexta para siempre, hasta el día de su muerte, noticia que causo gran dolor en sus camaradas, por lo sorpresiva e inesperada.
Abrazando con fuerzas ese ideal misterioso que nos mueve a concurrir a los actos del servicio; don Carlos, bajo el cinto de Capitán sextino en su brazo, acostumbraba concurrir a los llamados más simples, a cualquier hora, no dejando tarea por hacer a los jóvenes Tenientes y voluntarios a cargos; todo, según era su análisis, pues era deber de un Capitán estar al frente de su Compañía sin hacer distinción de la envergadura del Acto. Ya sea en los incendios de proporción como también en los accidentes hogareños que demandaban a la Sexta, su Capitán debía estar ahí. En esa política bomberil, siempre al frente de su personal, el Capitán Corvalán, es herido con múltiples contusiones y fractura en su pierna, al caer la cornisa en el incendio de calle Catedral y Maipú; misma que deja muchos heridos y que a la postre, quitaría la vida al voluntario de la 11° Compañía, don Claudio Cattoni Arriagada por sus múltiples heridas. Luego de ese fatal incendio, don Carlos no se repondría más. Nunca volvería a ser el mismo en su estado anímico. Probablemente, las terribles secuelas del recuerdo de haber estado sepultado bajo los pesados ladrillos y yeso de la cornisa, hicieron en este firme hombre presa fácil de la angustia de vivir tan amarga experiencia.
Don Carlos, en silencio y absoluta discreción, como era su costumbre en su diario vivir; nos dejó para siempre, dejando escrito en nuestro Cuartel, cuanta norma de intachable conducta y caballerosidad se pueda tener. El hombre noble, de inquebrantable rectitud, nos deja para siempre, dejando en la Sexta su perpetuo recuerdo y un vacío imposible de llenar.
A.P.S.