Hasta siempre don Tito

12 de noviembre de 2010

Y mientras levantábamos un puente de escalas, en plena plaza Brasil para homenajear a los “nonos”, pues estaban de aniversario, se acercó a mí el siempre insigne voluntario de la novena, don Lombardo Torres… el “Macho Torres”, y me dijo: “Chiquillo, cuando veas al Tito Melville que es de tu Compañía, dile por favor que no sea un ingrato conmigo y venga a visitar a su amigo el Macho, aquí, en la Novena, o bien que vaya para mi casa…”.

Como yo era en esos años obediente, decidí partir a la casa de don Héctor Melville Aguilar, a la siempre maravillosa y linda Avenida General Rondizzoni; avenida de la cuál guardo millones de recuerdos pues, fue ahí, en donde crecí.

{jcomments on}La casa de don Héctor se ubicaba frente al Parque O´higgins, y como si la naturaleza del sector fuera poca, a la salida de su casa, don “Tito” había puesto un lindo jardín con abundante pasto, con una pequeña palmera en su centro, y a la cual salía a regar con religiosa y perpetua frecuencia todas las tardes.

Era frecuente ver a éste robusto bombero de la Sexta, de la Sexta de antaño, disfrutar de los deleites y la sana terapia que brinda el cuidar un jardín. De contextura muy gruesa, más bien corpulento, estatura más que media, y un brillante peinado a la gomina; don Héctor, se dejaba crecer un fino bigote estilo francés. Si más no recuerdo, o me es difícil precisar, alguna vez lo vi usar de esos suspensores de pantalón muy, pero muy antiguos. Con los años, comprendí que don Tito había pertenecido a esa linda generación de viejos bomberos que tripularon el romántico carro Mack, pasando además por tantas noches frías en la noble guardia de Santo Domingo. Por cierto, creo prudente recalcar que además de usar antiguos suspensores, pantalones con bastillas y peinado a la gomina, todo ese grupo humano de voluntarios, al que perteneció don Héctor, practicaban una envidiable unión de grupo digna de imitar y preservar por siempre.

Entregado entonces los saludos como bien me lo había pedido don Lombardo, don Tito se sentó conmigo por unos momentos a recordar algunos lindos eventos vividos en aquella época. Me comentó además, que el Colo Colo debía ganar ése fin de semana pues disputaba un simple partido contra Naval; equipo que estaba próximo a caer a segunda división. Don Héctor era socio del Club Colo Colo y su número de registro era…ni más ni menos, que el número Seis.

Era comienzos de los cincuenta, según me relató don Héctor, cuando todas las tardes para ir a la Guardia de la Sexta, debía tomar el tren-vía y, aunque me mencionó el número y recorrido del móvil, no lo puedo ahora recordar.

Tarde ya, antes de la hora de guardia, se bajaba en el centro de Santiago y, siempre en dirección a calle Santo Domingo, aprovechaba de mirar por fuera de una fuente de soda abierta aún a esas horas, por si había algún voluntario de la sexta, cuarta o tercera pues era un local muy frecuentado por bomberos. Don Héctor disfrutaba de la compañía de sus amigos bomberos y era fiel admirador de la bohemia y la conversación amena. Recuerda además, que junto a su cama de guardián, guardaba un pequeño estante con dos pequeñas botellas. Creo las llamaba “petaquitas”. Una de ellas tenía Pisco en tanto que la otra estaba llena con Whisky.

Una noche de mucha lluvia, de regreso de un llamado, don Héctor antes de dormir y para mantener el abrigo, preparó un café y decidió agregar un poco de pisco. Al percatarse que algún chistoso le había vaciado su petaquita y llenado con agua, prefirió conservar la calma y beber un poco de su whisky. Amarga fue la sorpresa cuando se percató que, seguramente el mismo chistoso, o los chistosos, habían cambiado el contenido por Té. Esa noche sólo hubo que conformarse con un solitario café.

En la soledad de los rincones del Cuartel de Santo Domingo y los fríos muros del Cuartel de la Avenida Ejército, esa voz como fatigada que imponía un sello único a don Héctor, no se escuchará más. Su sonrisa y subida de cejas, como expresando una sorpresa por alguna buena noticia, tampoco la veremos más. Sólo está el recuerdo de tantos momentos que él le brindó a su amada Sexta Compañía pero también el consuelo, si es que lo hay, de haber disfrutado de su presencia y poder brindar un…hasta siempre don Tito, hasta siempre.

A.P.S.

Compartir