Don Hernán bajó al camarín y sacó su “armada” de botas de su abollado y mal tratado casillero. Era un viejo pantalón de mezclilla con el número seis, color blanco, en su bolsillo trasero. Además, un par de botas de goma negra, de esas sin planta ni punta de acero. Sin lugar a dudas eran de otra época, muy viejas quizás, sin esa atolondrada tecnología o normativa, pero con un historial de incendios que a cualquier bombero le gustaría tener. Hago notar que usé la palabra bombero y no voluntario.
Luego de varios minutos, subió hasta la Guardia Nocturna en dónde me encontraba. Pieza uno, la más próxima a la sala de máquinas, y luego de mirarme como queriendo decir: “eres un niño”, se aprestó a ordenar su cama para dormir esa noche ahí, no sin antes dejar en mi velador la pesada portátil marca Motorola, de antena plegable, y decirme que estábamos sin “directo”, y los despachos los recibiría yo. Pudo ser en invierno, de 1992.
Hernán Manzur Manzur, bellísima y encantadora persona de más de noventa décadas. Observador minucioso de los hechos, y de un silencio casi preocupante, acostumbraba poner en servicio los carros de la Sexta incluso, ya cumplidos sus cincuenta años de servicio. Bastante alto y delgado, de calvicie temprana, le gustaba llevar a cabo conversaciones de todo tipo, no solo del ámbito bomberil. En dichas conversaciones, solía ocupar un especial tono de voz, más bien bajo y muy pausado, como si estuviéramos en misa o en el último asiento de la sala de clases del Liceo Juan Bosco, lugar en dónde él estudió.
Don Hernán tenía junto a sus hermanos (también bomberos de la Sexta), varios locales de finos telares. Uno de ellos, muy cerquita del Cuartel de la Sexta, Tercera y Cuarta en calle Santo Domingo. Al escuchar los timbres, don Hernán dejaba lo que estaba haciendo, sin importar que fuese, para correr y alcanzar el carro antes que saliera de la sala de máquinas. Dominaba a la perfección el tiempo que demoraba el cuartelero en dejar “caer” los timbres, una vez sonado el directo. Quizás, ese romanticismo por los carros y su constante búsqueda de la perfección en el orden del material y mantención de los mismos, fue el percutor de su absoluta entrega cuando desempeñó el cargo de Maquinista por más de treinta años.
Su estatura y estricta disciplina, lo llevaron a ser el portador de nuestro estandarte por varias décadas. Del mismo modo, fue el único voluntario, en la historia de la Sexta, que confeccionó un compendio de los elementos que llevaba nuestro carro de especialidades. Posteriormente, diseñó en una pequeña pero abultada libreta, una completa y minuciosa descripción de todas las herramientas y materiales, que llevaba consigo dicha pieza de material mayor, sirviendo a la postre, como manual de consulta obligatoria en el curso de los maquinistas de la Sexta.
Don Hernán, o también conocido como “Niño”, se coloco la casaca de la Sexta en junio de 1942. Es la misma que viste hoy, pero ahora repleta de condecoraciones, cuando sube a la testera a recibir su premio de constancia por setenta años de servicios.
La Sexta, se enorgullece de tener entre sus filas a un hombre de las especiales características de “Niño Manzur”, y hoy, cuando la Compañía celebra sus 150 años de vida, rinde un homenaje a uno de los suyos, que en el más absoluto anonimato, constancia, entrega y sacrificio, obtiene su presea por Setenta años de servicio y también el cariño de sus pares, cuando además cumple setenta años de un sagrado amor a la Sexta.
Video CBS entrega Premio por 70 años de Servicio de Don Alejandro Manzur Manzur
A.P.S. / esa